A continuación relato el viaje realizado dias pasados a Marruecos con el objetivo de perfeccionar la conducción en dunas. Espero les agrade.
La idea surgió debido a mi participación en la SFCH 2013. En esta edición hubo mucha arena lo que fué un handicap para mi, pués mi desconocimiento en cuanto a conducción en dunas hizo que desechara todos aquellos WP que se encontraban situados en este tipo de terreno. Solo mirarlas ya me daba miedo, aún así me quedé atrapado en un par de dunas pequeñitas, debido no solamente al miedo ya relatado, sino también al desconocimiento de como afrontarlas.
De vuelta a casa y sacando conlusiones de la carrera, pensé que sería buena idea hacer un cursillo referente a este tema, es decir, aprender a conducir en dunas.
El amigo Jota, gran experto en estas lides, me pone en contacto con Pedro Orihuela (Pedrola), que reside en Casablanca y que también le interesaba un curso con la misma finalidad, aunque con otros motivos.
Pedro realiza un plan de trabajo y en un cacharro de avión de la compañía Royal Marocco, después de tres horas de vuelo, llego a Casablanca el jueves 27 de marzo, a las 11 de la noche, donde me reuno con Pedro, gran persona. Entre charla y cena me acuesto cerca de la dos de la madrugada.
A las 4.30 estamos en pié para emprender al camino hasta Zagora, con lo que me gustan a mi los madrugones !!!. Pero es necesario para evitar tráfico denso y tomarnos el viaje con relativa tranquilidad.
A las siete estamos atravezando Marrakech, la luz del día nos deja contemplar su magnífico palmeral y comenzamos a lidiar con todo tipo de artilúgios rodantes que saliendo de cualquier lado invaden la carretera lo que nos hace circular con mucha precaución y debido a ello tardamos casi una hora en abandonar las zonas pobladas para afrontar el famoso puerto de Tizi-n-Tichka, puerto de montaña que es paso obligado para pasar al lado Sur del Atlas.
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Una pequeña parada para tomar algo en uno de tantos "bares de carretera", que hay en el ascenso, también nos ayuda para estirar un poco las piernas. Coronamos la cima y nos paramos para hacer las fotos pertinentes ya que el paisaje así lo requiere, no sin tener que soportar a los vendedores de cualquier cosa, que dicho sea de paso, son un poco majaderos.
El tiempo es bueno y el descenso se hace agradable, los pueblos cambian su fisonomía, impera la construcción de adobe, aunque en las nuevas contrucciones se impone el cemento lo que aumenta la practicidad pero disminuye muy mucho el encanto. Una vez pasado Quarzazate y Agdz nos paramos a almorzar en un sitio idílico recomendado por Jota y como sobremesa, una visita a una kasba que valió la pena dado el carácter cultural de la misma.
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A las cinco de la tarde estamos llegando a Zagora, donde nos espera una buena tormenta de arena, descagamos nuestras cosas y rato de charla, preparamos el viaje del día siguiente, cena en el Hotel Sirocco y a descansar.
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Por fin las dunas. Al día siguiente, sábado, nos dirijimos desde Zagora a Foum-Zguid, pueblo situado a unos 100 km. hacía el Oeste. Pues se trata de atravezar el Erg Chegaga de Oeste a Este, que nos acercará de nuevo a Zagora al día siguiente. En Foum-Zeguid, un pueblo con mucho encanto, nos avituallamos de agua, fruta, pan y algunos enlatados. Lo del agua, fruta y pan, vale. Los enlatados me lo reservo, encima caballas, con el tazo que dejan.
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Venga. Seguimos el viaje, unos 40 kilometros de pista mas o menos en buen estado y estamos de lleno en el lago Iriki. No podía faltar la carrerita, pero ojo que peligro, se empieza a levantar viento y no dejan entrever las tremendas ondonadas, digamos badenes, que dejan las lluvias torrenciales, un verdadero peligro que hace que el coche salte literalmente. En muchas ocasiones no sabemos siquiera porque ha saltado. Empiezan a aparecer tomates debajo de los pedales y cosas parecidas.
Es mediodía y estamos al pié de las dunas. Unas pizzas bereberes y al tajo que a mi ya me hierve la sangre.
El viento cada vez aumenta con más intensidad, la arena está muy blanda y las dunas empiezan a atragantarse. Jota hace gala de sus conocimientos y Pedro, como buen alumno sigue sus consejos pero eso no quita que en alguna duna traicionera, el coche se quede empanzado en la cresta. El viento es insoportable, gracias a las gafas que nos protegen los ojos, pero la arena pega con tanta fuerza en la cara que ahora me explico porque los nativos de la zona llevan turbante. La visibilidad es nula por completo, nos vale el GPS para seguir el rumbo, pasan las horas y nos cuesta avanzar, me bajo del coche para indicar algún paso entre dunas y pierdo el coche de vista, gracias al sonido de la bocina logro llegar de nuevo a él. Dios, que mal trago. Decidimos acampar porque en esas condiciones no podemos llegar a un albergue que se encuentra a diez kilómetros.
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Con la caida de la noche, el viento amaina y da paso a un cielo completamente despejado lo que aprovecha Jota para darnos unas clases de astronomía y orientación estelar. Una estratégica colocación del vehículo y las tiendas, fruto de la experiencia de Jota, hace que durmamos plácidamente hasta el amanecer del día siguiente.
El domingo amanece completamente despejado, sin viento, solo un ligero airecillo fresco nos da en la cara para regodearnos de ese característico olor a desierto, aspiro profundamente, abro los ojos y contemplo apostado en lo alto de una duna uno de los amaneceres más bellos de mi vida. Me harto a hacer fotos a sabiendas que ninguna de ellas será capaz de expresar mis sensaciones. Y el silencio, silencio en el mayor de sentido literal de la palabra, mucho silencio.
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Desayunamos, recogemos y nos vamos. Que gran día, a estas horas de la mañana, la arena está compacta, es increible como se navega por ellas. El gran motor que tiene el HDJ 80 hace que corone cada duna casi a toque de pistón.
Siempre siguiendo el asesoramiento de nuestro maestro Jota hace que la ruta se convierta en un verdadero placer, pero claro, todo no podía ser tan bonito.
Como llevamos poca presión en los neumáticos, le digo a Pedro que evite los pedrusconios, en la medida de lo posible. Ante su sorpresa le explico que es un material 20 veces mas duro que el acero, esto le proboca un ataque de risa justo en el momento que ataca una duna y nos quedamos en lo alto de la cresta. Fué un momento de risas muy agradable que incluso nos sirvió para cambiar de táctica. En vez de usar pala y planchas, decidimos usar el Winche, para lo que nos sirvió un pequeño montículo de arena formado alrededor de un arbolillo. El cable y una eslinga rodeando lo anterior nos sirvió para tirar del coche y bajarlo de la duna en perfectas condiciones.
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Este día no almorzamos, y aunque esto carece de importancia, hago incapié para relatar el gran agasajo que nos hicieron en varias Jaimas que visitamos, en todas ellas nos ofrecieron té, galletas y frutos secos, riquísimo todo, dando muestras del gran sentido de la hospitalidad de que goza este pais.
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Ya a media tarde nos encontramos fuera del desierto de Chegaga y por pista llegamos al pequeño puerto de montaña llamado Tizi-Beni-Selmane desde donde se puede contemplar una bonita panorámica del pueblo de Tagounite. Una pequeña incursión por el interior del bello palmeral nos hizo llegar a Zagora dando por finalizado nuestra aventura.
El viaje de regreso a Casablanca carece de importancia, salvo por rememorar los buenos momentos vividos ese fin de semana.
En lo que a mi respecta, el haber atravezado el Erg Chegaga con los conocimiento de una persona experta ha sido muy positivo, de hecho afrontaré la próxima edición de la SFCH con mucha más confianza en mi mismo.
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Gracias Jota, gracias Pedro.
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