Hola:

Os pongo la crónica del reciente viaje que hice con Enrique en busca de nuestros or*genes que casi es tan complicado como salir en busca de la horchata perdida. Para ver las fotos podéis hacerlo aqu*, en este link: http://www.facebook.com/album.php?aid=1 ... 49d11604a3
Me parece que vais a tener que pegarlo en el buscador pero os gustarán las fotos aunque de los atascos no hice ninguna ni me apetec*a, jaja

Aqu* tenéis el texto y que lo disfrutéis:

Viaje por el Sahara en busca de nuestros or*genes
Enrique llegó con el coche ligeramente tocado, as* que lo dejaron en el taller despreocupadamente y dedicaron todo ese d*a a charlar y es que tras tantos meses sin verse, siempre hay muchas cosas que contar. El coche estuvo listo más o menos cuando hab*a dicho el mecánico. Los d*as anteriores a su venida, el calor en Zagora era superior a los 45º pero el d*a de su llegada refrescó y una temperatura de 35º era agradable.
Al d*a siguiente, algo temprano, se pusieron en marcha Enrique y Jota con su land rover defender y su Toyota hdj 80 respectivamente. Por la pista que lleva a Foum Zguid comenzaron a circular y tras un buen rato, pararon para desayunar algo y se les acercaron dos niñas con una burra y un burrito pequeño. No ped*an nada, sólo quer*an saber si pod*an ayudarles para curar al burrito pequeño que ten*a una gran herida en una pata de atrás, como si le hubiera mordido un perro grande. Enrique, que lleva de todo, sacó el botiqu*n, lo curó y le explicó que ten*an que hacer los siguientes d*as para que la herida se cerrara. Como las chicas no hablaban más que bereber, llamaron por teléfono v*a satélite a Hanna que también lo hablaba para que les tradujera, cosa que hizo y las bereberes se pusieron muy contentas al comprender bien que deb*an hacer para curar al burrito con los medicamentos que les hab*an dado. Una vez que finalizó el camino, continuaron por la carretera donde pudieron comprobar que sus eternos problemas de comunicación con la emisora, continuaban y si se alejaban mucho el uno del otro no se pod*an o*r. Sin embargo, Jota con otros veh*culos que hab*an estado con él hac*a poco, no ten*a problema con la emisora aunque hab*a algunos que le escuchaban mal pero otros bien. Cosas de las ondas.
Tras un buen empacho de carretera, cogieron una pista para dirigirse a una zona en la que hab*a muchos grabados rupestres. El objetivo del viaje era llegar hasta el Sahara buscando y estudiando enclaves prehistóricos fijando éstos con un Gps para luego hacer un estudio en un mapa y poder estudiar mejor la historia desde el neol*tico hasta la edad de los metales. Encontraron una zona de grabados ya conocida por Jota en la que estuvieron unas cuantas horas y localizaron, o mejor dicho, Enrique localizó, bastantes más grabados como una jirafa y distintos bóvidos que Jota no hab*a visto nunca en esa zona. Al regresar a los 4x4, vieron que un amortiguador del coche de Enrique se hab*a salido del soporte porque se hab*a roto éste, as* que intentaron quitarlo, cosa de la que fueron incapaces y como la noche se echaba encima, finalmente lo sujetaron con un alambre para que no fuera golpeando y con cuidado continuaron para buscar un buen lugar para acampar, cosa que hicieron cerca de una bonita tumba prehislámica aunque por la noche no pod*an verla. Durante el d*a la temperatura hab*a sido buena pero por la noche refrescó bastante, as* que se tuvieron que poner el jersey mientras se hac*an sus famosos huevos fritos con jamón. Por las noches cocinaban pero la comida del medio d*a sol*a ser fr*a y acompañada con unos panes de pueblo que tra*a de España Enrique y que duraban casi una semana, eso s*, duros pero buenos porque no se pon*an duros del todo y estaban comestibles menos los últimos d*as aunque con hambre todo está bueno y más por el desierto.
Por la mañana, tras investigar la tumba y la zona, encontraron algunos grabados más pero hechos con otra técnica pero ningún fragmento de útiles de s*lex ni de barro en una extensión muy grande, lo que le llevó a Enrique a confirmar la teor*a de que las zonas donde hac*an los grabados, deb*an ser lugares sagrados alejados de sus pequeñas poblaciones de chozas. Estamos hablando del neol*tico, justo antes de la edad de los metales hará entre quince mil y diez mil años. De estas épocas no quedan rastros de sus viviendas pues ya lo hac*an fuera de las cuevas construyendo cabañas de cañas y palos de los que con el paso del tiempo desaparece todo vestigio, pero siempre quedan rastros de utensilios y sab*an trabajar el barro, pudiéndose encontrar restos del mismo en los lugares en que moraban. Encontrar utensilios de barro completos es dif*cil pero importante aunque generalmente lo que se suele encontrar son fragmentos que también tienen sus importancia porque indican que por all* viv*a gente. Enrique le enseñó a Jota a diferenciar los fragmentos de utensilios de barro prehistóricos de los modernos, es decir, de hace 2.000 años en adelante. Al salir a la carretera, pararon en Assa para arreglar el coche del amortiguador averiado, y lo que parec*a algo fácil de hacer, al mecánico de all* le pareció complicado y les tuvo tres horas pues cada vez que terminaba, siempre hab*a algo mal y hab*a que volver a empezar, por lo que aunque les enfadaba al principio a los dos españoles, al final ya se re*an y apostaban sobre qué ser*a lo que estar*a mal en el siguiente intento de poner un soporte. Como ya era hora de comer cuando salieron del pueblo, cogieron la pista y en la primera sombra que encontraron con altura suficiente, ah* pararon para comer. Iban a coger la pista que va de Assa a Smara, pero no comenzando por donde lo hace la pista del Dakar, sino por un camino que conoc*a Jota anterior al paso de la cordillera que conoc*a y que atraviesa las montañas por un lugar muy bonito y fortificado de cuando la guerra con el Polisario. Después empalma con la famosa pista pero cual ser*a su sorpresa cuando al llegar a la misma constataron con asombro que estaba siendo asfaltada. Por ello, un poco más adelante donde la pista tiraba hacia el sur, ellos continuaron por otro camino balizado únicamente con piedras cada cierto tiempo y que llevaba dirección Este. El nuevo camino era bonito, atravesaba grandes llanuras de eternos horizontes pero ten*a acacias pequeñas de vez en cuando y arbustos. Encontraban bastantes desviaciones pero ellos siempre segu*an el camino principal rumbo este, clavado pero ya se hab*an alejado much*simos kms siguiendo la Rosa de los vientos del Gps y les interesaba coger rumbo sur pues de seguir as* terminar*an llegando a las cercan*as de Msied. Encontraron un precioso camino que bordeaba un pequeño cañón por arriba desde donde se pod*a ver el oued, seco, y acacias bien crecidas debido a la humedad de la zona. Pronto el sendero bajó al oued entre las montañas dejando un pedregal infinito arriba. La circulación por aqu* era cómoda y el paisaje bonito, continuando durante kms y kms por él. De forma tan repentina como hab*an bajado, dieron con la salida que ascendió entre piedras para regresar al páramo pedregoso ya casi de noche, as* que encontraron entre tanta piedra en una isla arenosa con algunas acacias donde pararon tras una duna llena de arbustos que les tapaba el fuerte y fr*o que soplaba por el desierto. Como la temperatura bajaba rápido, decidieron coger ramas para encender una hoguera y calentarse. Para cenar Jota hizo una rica sopa de fideos con carne, que por estar calentita, les sentó de maravilla mientras miraban el fuego que les atra*a la mirada como un imán. La conversación de la cena, para variar, derivó a los temas arqueológicos. A las diez estaban durmiendo.
Al clarear, antes de que el sol comenzara a salir, nuestros personajes ya estaban levantados y se dieron una vuelta mirando el suelo para ver si hab*a algo interesante por ah*. Siempre que parasen para lo que fuera, bajaban del coche mirando el suelo y cuando encontraban algo que parec*a interesante, entonces prestaban toda la atención del mundo a rastrear la zona. Una vez en marcha, los caminos volv*an a tomar rumbo este, as* que estuvieron un buen rato buscando un camino bueno que los llevara hacia abajo, ya que algunos se cortaban tras recorrerlos pero por fin encontraron un buen trayecto que llevaba la dirección justa para retomar la pista del Dakar pero bastante al sur. Cerca de ésta, encontraron tres gacelas que al principio no se asustaban y se pudieron acercar mucho pero de repente se dieron media vuelta y a grandes saltos pusieron tierra por medio pero como iban parejas al camino, durante un tiempo las pudieron ver en la lejan*a. Una vez que entraron en la pista del Dakar, que por aqu* no estaba asfaltada, pudieron circular algo más rápidos. Las zonas pedregosas casi no exist*an y sólo se ve*an pequeñas mesetas y colinas con forma de colmillo en la lejan*a, que con la luz tan fuerte del sol y la reverberación se ve*a todo de color muy claro. La temperatura subió pero no en exceso, el problema es que dentro de los coches, al llevar las ventanillas subidas se produce el efecto invernadero y la temperatura dentro del veh*culo aumenta considerablemente. Las cortinas que Jota pone normalmente en las ventanillas, reducen considerablemente el calor en el interior del 4x4. El viento era permanente y bastante silencioso, te dabas cuenta de él cuando te bajabas porque las acacias no se mov*an y los arbustos tampoco.
Después de la comida encontraron lo que parec*a una valla de piedras en forma circular, as* que pararon para examinarla pues era grande. Dentro encontraron tumbas islámicas que seguro no eran de hace mucho tiempo, pero por los detalles que Enrique le iba contando a Jota, pudieron deducir que ese túmulo hab*a sido una gran tumba sin poder precisar la fecha pero con más de 2.000 años y que la hab*an usado después para enterrar a las personas musulmanas que hab*a dentro, estropeando muchas cosas que hubieran sido importantes arqueológicamente hablando. Muchas tumbas prehistóricas o túmulos, suelen tener forma redonda porque eran adoradores del Sol, todav*a no hab*an llegado a la era cristiana y por ello creaban sus lugares santos con las formas de su dios principal, ya que eran polite*stas. Miraron por los alrededores pero no encontraron nada significativo. A los pocos minutos de proseguir la marcha, vieron a una persona sentada encima de una gran piedra cerca del camino que ni les saludó cuando ellos lo hicieron, ni vieron que hubiera por ah* cabritas o camellos pastando. La población más cercana, que ser*a Jdiriya, estar*a a 60 kms en l*nea recta ¿Qué hac*a ese hombre ah* a pleno sol? No estuvieron mucho rato pensándolo porque llegaron al comienzo de la bajada por la montaña para entrar en un gigantesco lago seco. La vista que desde all* se pod*a contemplar era realmente incre*ble y preciosa. El principio estaba muy mal, las lluvias hab*an arrastrado enormes piedras y lo hab*an convertido en una trialera por la que descendieron en reductora. Una vez abajo entraron en el lago donde sin querer, se pusieron a cien kms por hora, más rápido de lo que normalmente iban por la carretera. El lago estaba lleno de grandes espejismos que aumentaban su belleza y les hac*an pensar si realmente era un espejismo o agua, pero eran espejismos. Cuando lo cruzaron, volvieron a subir por la montaña entrando en la antigua carretera española que se dirige hacia Hawza y después a Smara, pero está tan mal que avanzaban más rápido por la pista paralela que por el roto asfalto. Pararon en un lugar donde podr*a haber algún resto y efectivamente los hab*a pero escasos as* que tras un buen rato paseando con la espalda encorvada, reanudaron la marcha para pasar por el campamento militar de Hawza y un poco más adelante encontrar una nueva carretera que no sab*an de donde ven*a pues no figura en los mapas pero que les llevó en un pis pas a la carretera general Tantan – Smara. Entraron en la ciudad para repostar y se estuvieron en el control situado junto a la rotonda que da origen a la calle principal, un buen rato, más del que tardaron en repostar y salir de la ciudad. La cual fue rápida dirigiéndose por el asfalto hasta la población de Sidi Ahmed Larousi, donde tomaron la pista que va hacia el Ayún. La pista era fantástica, ligeramente arenosa y sin piedras, permit*a coger buena velocidad hasta que llegaron al cauce del Saquia al Hamra donde decidieron parar para dormir. El viento, como todas las noches, soplaba fuerte y ésta era especialmente fr*o, muy frio, por lo que Jota durmió dentro de su saco de invierno muy a gusto, en pleno verano.
Por la mañana reanudaron la marcha mientras amanec*a una mañana bastante fresca que según el sol ascend*a, iba calentando. Encontraron un gran túmulo, redondo, alto, pero por dentro parec*a como si lo hubieran escavado aunque no hab*a nada, ni restos de huesos ni de nada. Enrique opinaba que aunque era prehislámico no era excesivamente primitivo y ni siquiera estaba seguro de que fuera una tumba aunque a Jota le parec*a, digamos que más romántico, pensar que era un gran túmulo funerario de hace miles de años de los habitantes primigenios que poblaban estos lugares, que en esas épocas eran grandes llanuras fértiles y con abundante agua pobladas de todo tipo de animales. Siguieron nuevamente su camino y más adelante encontraron gran cantidad de zonas llenas de rocas de s*lex, que con el transcurso del tiempo se hab*an fragmentado dejando miles y miles de cortantes piedras de ese mineral, pero imposible encontrar entre tantas, útiles primitivos, ya que de existir, estaban camuflados por las piedras del mismo mineral. La zona era muy apropósito para que hubiera estado habitada pero resultaba tremendamente dif*cil encontrar nada, as* que dejándolo por imposible continuaron. La siguiente parada fue un precioso morabito blanco donde reposaban muertos de la guerra con el Polisario. Enfrente hab*a una mezquita, también blanca, cuya torre hab*an visto desde muy lejos pues en esas llanuras todo se ve much*simo antes de llegar. El cauce por el que discurr*a el camino, ten*a gran anchura que superaba los dos kms entre los cortados de las montañas que bordaban todo el r*o. Por el centro estaba lleno de arbustos verdes y las marcas del agua llegaban prácticamente hasta el borde de las montañas. Cuando lloviera y el agua de las capas freáticas corriera también por la superficie, el paso por estos caminos ser*a prácticamente imposible por cubrirse de agua y barro.
En una sombrita muy agradable en la que el calor no era mucho y sin viento, pararon para comer y hacer una grata sobremesa acompañada de una plácida siesta. Sólo se o*a el ruido que produc*an las chicharras y de vez en cuando, el roce de las ramas de las acacias con el viento. A media tarde entraban en el Ayún, alojándose Enrique en un buen hotel y Jota en casa de la hermana de Hanna, la cual hab*a ido un par de semanas antes para estar con su familia y ten*a pensado regresar con él juntos. Por la noche cenaron los tres en el hotel con el gusto de poder hacerlo sin viento. Por la mañana, llenaron los depósitos y tiraron por la carretera de Dakhla para desviarse a cascaporro en un momento determinado tras pasar el cruce a Bou Kraa. Entre piedras y arena llegaron a las dunas que deb*an cruzar para poder coger la pista del Dakar que se dirig*a hacia Bir Anzarane. Al principio fueron bordeando las dunas hasta llegar a un bonito lago seco que ya conoc*an de otra vez y que se pusieron a explorar recorriéndola en reductora mirando por la ventanilla. El lago, aparentemente y desde fuera parec*a liso pero cuando estabas dentro te dabas cuenta que no lo era y que hab*a zonas por el medio que sobresal*an por estar más elevadas y fue precisamente en una de ellas donde encontraron una gran cantidad de diferentes utensilios de s*lex y restos de cerámica que proporcionaron una importante información a Enrique. Pasaron un par de horas recorriendo la zona y en otra elevación también encontraron otros restos pero muchos estaban rotos y no fueron tan abundantes. Cabe destacar en la primera zona que Enrique encontró unas puntas de flecha perfectas y de gran calidad de ejecución. Lo dif*cil de los hombres primitivos no era conseguir utensilios cortantes, pues hasta Jota estuvo practicando para sacar trozos que le sirvieron para cortar el pan de lo afilados que eran. Lo complicado estaba en hacer utensilios curvos a base de pequeñas muescas que hoy d*a todav*a no se sabe como las hac*an, realmente eran auténticos artesanos y hasta bien entrada la época de los metales, en plena edad de bronce, se segu*a usando el s*lex y que en algunas actividades del campo se ha continuado usando prácticamente hasta nuestros d*as, pues hasta hace muy poco en España se usaban los trillos usando el s*lex como el elemento cortante. Nuestros ancestros no siempre usaban s*lex, en muchos lugares no lo hab*a por lo que las herramientas las hac*an con piedras duras que eran más dif*ciles de tallar para conseguir filo. Las hachas se hac*an con piedras que no eran s*lex pues éste sólo permit*a sacar láminas más o menos largas y afiladas, pero siempre delgadas. Se consegu*a darles su parte curva a base de golpes para eliminar el trozo sobrante y de lijarlas contra otra piedra para que se desgastaran quedando con la forma definitiva. Curiosamente por las zonas que estuvieron investigando, no han encontrado prácticamente algún hacha, siendo por la zona de Mauritania por donde han encontrado abundantes muestras de ellas.
Cuando hubieron terminado, arrancaron hacia las dunas y esta vez no pudieron bordearlas internándose por ellas. Al principio no eran grandes y la arena era muy dura por lo que a base de acelerador las cruzaban sin bajar presiones hasta que el coche de Enrique se atascó. Jota, al ver que su amigo no pasaba la duna y no le contestaba por la emisora, desanduvo el camino para encontrar a Enrique quitando arena con la pala. Bajando las presiones y con la arena que hab*an quitado el coche se desatascó. Jota también aprovechó para bajar las presiones de su veh*culo. Atravesaron unas cuantas dunas de esas que hay que subir fuerte para no atascarse y parar justo cuando se inicia la bajada por estar ésta cortada a pico, dejando al coche que se deslice sólo sin acelerar y con cuidado para que el morro no se de contra el suelo al llegar abajo. De esta manera llegaron a una zona de altas dunas y bastantes complicadas en la que Jota se atascó por ir el primero. Intentaron salir por lo que parec*a más fácil pero la arena estaba tan blanda que se hund*an y no hab*a manera de pasar, al final desistieron y buscaron otro lugar pero era peor, el caso es que no pod*an volver por donde hab*an venido porque cruzar las dunas cortadas a pico era completamente imposible. Como estaba tan complicado, bajaron la presión de las ruedas delanteras a cero con ocho y las traseras a cero con cinco y as* parece que pudieron subir más pero la bajada no era como las demás que te llevaba a terreno duro sino que hab*a otra duna con un gran agujero. Habitualmente el que abr*a el camino era Jota, por lo que cuando llegó arriba y vio lo que hab*a abajo, ya no hab*a remedio. Afortunadamente no se paró, ya que si lo hubiera hecho, se habr*a atascado y su rescate se habr*a complicado mucho. Aceleró para coger velocidad aunque el morro se le clavó en la arena levantando una gran ola, frenando al coche que entró en el agujero pero con inercia suficiente como para emprender la subida por el otro lado donde se quedó completamente atascado. As* que con un coche atascado en una zona muy dif*cil y el otro en un lugar de donde parec*a que no podr*a salir, se pusieron a estudiar que hacer. Estaba claro que al Toyota de Jota no se le podr*a ayudar de ninguna manera por lo que tendr*a que salir por sus propios medios y para ello sacó el ancla que aparejó al otro lado del gran agujero, poniendo una tabla en la cima del hoyo para que el cable no se enterrara y tirara del coche de frente en vez de para arriba. Bajo la dirección de Enrique, Jota manejó el cabrestante y consiguió desatascar el coche pero no salir del hoyo, as* que volvieron a aparejar todo y finalmente consiguieron ponerlo al otro lado no sin tener que darle bastante a la pala para alisar el borde del hoyo. Desde all* hasta la zona dura era todo para abajo y el coche llegó tranquilamente, tras un par de horas de trabajo. Dejando el coche all*, se fueron andando a buscar el otro veh*culo y estudiar por donde podr*a salir y caminando por las dunas para tener mejor perspectiva vieron un pequeño tramo que ni tan siquiera se cortaba a pico en el otro lado. Fueron a inspeccionarlo descubriendo que la arena parec*a harina de lo blanda. Cogieron toda la carrerilla posible y el coche a la mitad quedó atascado pero quitando arena y marcha atrás salió. Le pusieron todos los bloqueos al coche y lo volvieron a intentar y esta vez casi llegó arriba pudiendo regresar marcha atrás sin cavar. Pusieron las alfombrillas de los dos coches en la zona final siendo la distancia hasta la arena más dura de unos metros nada más. Se metieron en el coche y arrancando a todo meter dando tiempo a meter tercera y aumentar la velocidad, llegaron a duras penas a las alfombrillas donde agarraron las ruedas y superó el tramo blando descendiendo por el otro lado sin problemas. Todo perfecto salvo que cada coche estaba a un lado de un cordón de dunas pero con la suerte de poder escucharse por la emisora, as* que avanzaron hasta encontrar un lugar por el que el coche de Enrique pasó sin muchos apuros la duna que le separaba del Toyota de Jota y decidieron comer que ya era la hora de merendar, encontraron para ello una especie de circo de dunas pero con la molestia del viento que no hac*a más que traer arena, comer era incómodo, por lo que lo hicieron rápido y aprovecharon para recorrer la zona andando encontrando algunas cosas interesantes. Ya comenzaba a hacerse de noche cuando salieron definitivamente de las dunas incorporándose a la pista balizada del Dakar, que siguieron durante un ratito antes de parar a montar el campamento al lado de unas acacias para poder coger leña ya que hac*a un fr*o tremendo. La verdad es que con el frio que hac*a, no le apetec*a nada a Jota ponerse a cocinar, pero una vez hecha, daba un gusto tremendo comer algo calentito. Jota, con el calor que hac*a en Zagora pensó en que no har*a falta llevar jersey, pero a última hora cogió uno y un chubasquero que nunca se sabe lo que se puede encontrar uno y más cuando va con Enrique. Como la luna no hab*a salido todav*a, el cielo estaba cuajado de estrellas, parec*a imposible que pudiera contener tantas y mientras sentados frente al fuego, alternaban las miradas a éste y al cielo, pudieron ver un par de estrellas fugaces realmente preciosas y largas. No hay noches tan bonitas como las de África.
La mañana era realmente heladora y lo que menos deseaba Jota era salir del saco, pero el madrugador de Enrique ya se hab*a levantado y encendido el fuego con el rescoldo y los palos que hab*an sobrado de la noche anterior. La tienda estaba empapada, los coches estaban mojados, todo estaba lleno de agua esa mañana. Cuando salió el sol, las nubes bajas lo tapaban y hab*a que recoger ya todo para seguir camino. En el último momento comenzó a brillar el astro y en cuestión de minutos, sacudiendo la tienda, todas las gotas se evaporaron. El sol comenzó su imparable ascensión y el calor comenzó a aumentar olvidando pronto el fr*o de hac*a unos momentos. La circulación por la pista era muy rápida, se encontraron con algún que otro Land Rover con más de treinta años de saharauis que paraban para preguntar a donde iban, lo cual lo hac*an en un español perfecto, eran nómadas que iban a ver los rebaños de camellos. En un momento determinado, abandonaron la buena pista y a cascaporro (sin camino) cambiaron de rumbo para dirigirse hacia el este, hacia el Aguerguer, la cadena montañosa que hay paralela a la costa. Aunque no hab*a camino, se pod*an ver multitud de rodadas que se dirig*an en la misma dirección que llevaban los coches. Por aqu* pretend*an llegar hasta la gasolinera del Kraa para repostar continuado por un camino conocido por Jota para llegar a Dakhla. El color del suelo pasó de ser amarillento a blancuzco y en una pequeña zona de colinas blancas pararon para descansar y buscar restos de la vida primitiva cuando el Sahara era un vergel. Encontraron entre dos de aquellas colinas, restos abundantes pero sobre todo puntas de lanzas y flechas sin nada de barro, lo que llevó a Enrique a pensar que ese seria un cazadero a donde iban para preparar las armas mientras desde la altura ve*an a las fieras acercarse y seguramente que hubiera ah* cerca alguna charca donde los herb*voros se acercar*an a beber, siendo estos precisamente la diana de sus armas. La precariedad de ellas hac*a que no pudieran matar a un animal de un flechazo o más dif*cil aún , de un lanzazo, pero her*an a los animales y les persegu*an durante kms. y kms. hasta que el animal mor*a desangrado, eso si no se les adelantaba alguna fiera carn*vora muerta de hambre y a la que no pod*an hace frente. La vida era muy dura entonces y lo sigue siendo ahora con la crisis.
Al Aguerguer llegaron pronto y atravesaron rápido sus bonitos cañones y montañas para llegar a la carretera a un km. escaso de la gasolinera donde repostaron. Otro km. más y otra vez estaban en una pista balizada que conoce poca gente. Por esa pista, que al principio tenia algunos baches, se llegaba a una carretera española que comenzaba ah*, en medio de la nada y que tras bastantes kms, acaba tal y como empezó, en la nada del desierto. Hay que tener cuidado para no salir de la carretera ya que es una zona minada. La continuación por la pista era buena y al rato empalmaron con la del Dakar que se dirige hacia Dakhla, lugar al que llegaron por la noche. Al medio d*a hab*an comido un bocadillo de mostaza fuerte con salchichas y al llegar al hotel Enrique estaba algo indispuesto por lo que prefirió no cenar, as* que Jota se fue a ver a sus amigos que se pusieron muy contento de verle y lo quer*an invitar a cenar en todos los sitios y que se quedara más d*as, cosa que no pudo ser. Por la mañana, el enfermo estaba perfectamente y cogieron carretera para dirigirse hacia el sur y explorar la costa. Pasaron el Trópico de Cáncer, dejaron atrás Ain Beida y ya cerca del Barbas, por un camino no muy marcado se dirigieron a mar. Estuvieron un buen rato rastreando pero no encontraron cosas interesantes, as* que salieron a la carretera otra vez para recorrer diez kms más y volver hacia la costa, al lado de unas colinas y all* si que encontraron una buena colección de utensilios y Jota encontró una pequeña punta de flecha muy bonita. Mientras paseaban cabeza abajo, agachándose una y otra vez para comprobar piedras, Enrique llamó a Jota a gritos, éste se volvió y le vio arrodillado haciendo un agujero y lo primero que pensó es que hab*a descubierto una tumba o un yacimiento, unos restos de un guerrero y cosas por el estilo, as* que emocionado corrió para ayudar a Enrique y se encontró con que éste estaba desenterrando una mina sin explotar. Toda la costa desde Dakhla hacia Mauritania está minada, por eso desde la carretera no se puede uno dirigir a una playa sino hay un camino para evitar las minas. Hará como dos años que explotaron unos turistas franceses, y entonces el gobierno puso unos carteles indicando que hab*a minas en toda esa carretera pero ya han desaparecido los carteles o están tan oxidados que ni se pueden leer. De todos modos, todos los meses muere alguien por las minas en esta zona del desierto y el gobierno no hace nada para evitarlo, por otro lado, la gente sabe cuales son las zonas minadas y sabiéndolo, se meten con sus land rover sin circular por caminos. El caso es que la mina estaba muy arraigada en el suelo y la desenterraron lo que pudieron para dejarla a la vista poniendo piedras para que si alguien ven*a con un coche por ah*, la viera, ya que el camino que les hab*a tra*do iba en esa dirección y se acababa al lado de una colina, donde ellos pararon a veinte metros escasos de la bomba.
Mas tarde, se alejaron otra vez por la carretera un par de kms y volvieron a entrar en una gran zona llana a los pies de unos montes. En los montes no encontraron nada de nada pero en la zona de abajo sin entrar en la playa, encontraron restos muy buenos de un asentamiento neol*tico importante. Localizaron utensilios de todo tipo realizados en s*lex con muy buenas terminaciones, una zona donde hab*a muchos núcleos, es decir, las piedras de las cuales, a base de golpes, sacaban las pequeñas lajas para hacer un utensilio. Al final, lo que ya no se usaba de la piedra se abandonaba. Encontrar muchas juntas demuestra que hab*a artesanos que estaban en un punto concreto del poblado y se encargaban de hacer los utensilios que después cambiar*an por comida u otras cosas. All* pasaron muchas horas y al atardecer buscaron otro lugar que parec*a interesante pero no encontraron nada y como hab*a comenzado ha hacer fr*o, se fueron a buscar un lugar para dormir donde no soplara tanto el viento y algo alejado del mar para que no hubiera humedad, lo que encontraron ya de noche hacia el interior cogiendo una buena pista que cruzaba unas montañas que se ve*an al fondo desde la carretera. La noche fue muy fr*a aunque no con demasiado viento pero cuando tras recoger todo se pusieron en marcha y volvieron a cruzar las pequeñas montañas, pudieron darse cuenta de cómo les cobijaban del aire y del fr*o porque nada mas atravesarlas, el viento mov*a de lado a lado a los dos coches. Antes de salir a la carretera pararon para hacer unos últimos rastreos de la zona, pero hac*a tanto fr*o que el viento te met*a hasta los huesos, que lo dejaron y nada más ponerse en marcha se puso a llover un ligero cala bobos.
Al Ayún se dirigieron de un tirón pero antes de llegar, en una zona de dunas pararon para merendar y de paso mirar un poco, encontrando utensilios rotos y una puntita de flecha de una elaboración exquisita, la mejor pieza de todo el viaje. En el Ayún quedaron para cenar juntos los tres y despedirse pues al d*a siguiente, Enrique continuar*a viaje hacia España y Jota se quedar*a unos d*as más para estar con la familia de Hanna y de paso llevar el coche a revisar al mejor mecánico de todo el Sahara que por cierto, le solucionó unos problemillas que no sab*an arreglar en Zagora. Las despedidas siempre son tristes, as* que un simple abrazo bastó para decirse adiós sabiendo que dentro de un tiempo volver*an a recorrer juntos las pistas del desierto y localizar más restos de nuestros antepasados.