A la mañana siguiente disfrutamos de las magníficas calas de la Torre de Chia. Nos dirigimos hacia Villasimius en dirección este y fuimos recorriendo pistas pegados al mar, en ocasiones al borde de acantilados, y otras a nivel de mar.


Un bañito en la piscina del hotel antes de empezar el día





















Cerca del medio día llegamos a una pista con acantilado a un lado y algo de inclinación que imponía. Primero fuimos sorteando piedras en reductora hasta que la pista se empezó a estrechar y el asunto se ponía realmente complicado. Decidimos parar. Era un punto donde fácilmente podríamos dar la vuelta, así que antes de continuar cogí la emisora portatil, una cantimplora y los prismáticos y continué a pie analizando si podríamos pasar o no.
Al poco rato de caminar, me encontré con un Land Rover muy preparado que estaba parado en la otra dirección. Una pareja de italianos hacía lo mismo que nosotros pero en la otra dirección.

Nos indicamos mutuamente y así pudimos pasar ambos. El marido era un curioso italiano que llevaba más de 25 años viajando por el continente africano. Estuvimos un rato de cháchara y nos informamos mútuamente de cómo estaba el camino. Nos dijo que tras un paso estrecho lleno de piedras llegaríamos una gran terraza con unas vistas espectaculares. Nos dimos el canal de la emisora por si teníamos algún problema y como bobos se son olvidó darnos el número de teléfono.