24 de mayo de 2012. Lobito

Nos quedamos un rato por allí antes de marcharnos para darnos un bañito y que Jordi terminara unas cosas. La playa vista de día era preciosa. Antes de despedirnos, Dionisio nos dio unos cuantos consejos y recomendaciones para el viaje y nos hicimos unas cuantas fotos todos juntos. El paisaje costero era bonito pero pronto dejamos de ver el océano pese a su proximidad. La temperatura al ir algo alejados del mar subió un poco y a la hora de comer hacía calor. La distancia a recorrer era larga y quizá debíamos haber salido un poco antes porque se nos hizo de noche en la carretera. La llegada a Lobito fue ligeramente liosa debido a que es una población bastante grande y debíamos atravesarla para ir al restaurante Zulú que es donde nos había dicho Dionisio para acampar al lado en la playa. Unos metros antes de llegar, había unos policías que nos pararon y nos acompañaron personalmente hasta el lugar de la acampada. La noche estrellada no era fría y dormimos todos de maravilla pues estábamos cansados.

25 de mayo de 2012. Huambo

Nos levantamos en cuanto amaneció y lo primero que hicimos fue recoger el campamento y luego ya desayunamos. Se dio tiempo libre hasta las once y nosotros lo aprovechamos en ir a comprar y en que engrasaran el coche por debajo pero había que limpiarlo y lo lavaron entero pero eso llevó más tiempo del previsto. Le faltaba valvulina en los dos diferenciales y el cárter. Viendo que iban a tardar de más pese a haberles dicho que lo necesitábamos a las once, llamamos a Vicente tres cuartos de hora antes de las once para avisar que nos retrasábamos y que llegaríamos media hora tarde. Desde luego no nos gusta llegar tarde a ningún lado y debemos dar ejemplo de puntualidad pero no podíamos dejar el coche sin engrasar y cuando llegamos, Leo nos montó una de las suyas. Una vez en marcha hablamos con Luis que resulta que iba a tan solo 160 kms por detrás de nosotros y que nos comunicó que Jordi estaba bastante bien, lo que nos alegró enormemente. El paisaje se convirtió de llano en montañoso y llegamos incluso a los 1900 m. de altitud subiendo y bajando cuestas realmente empinadas. Las vistas desde las alturas eran muy bonitas con grandes bosques a lo lejos y montañas por el horizonte. Al parar en un pueblo, fuera de la carretera, yo salí del coche para hablar con Jordi que iba el último y ver si comíamos allí o no. Mientras hablábamos escuché por detrás de mí un gran ruido y al volverme vi que una moto carro había salido sin mirar y otra moto que circulaba por la carretera había chocado con ella y toda la carga que llevaba estaba al lado del coche. En un momento se llenó de gente al lado del coche y para evitar cualquier posible problema, ordené a José Manuel que se bajaba a atender al herido que subiera y me fui al coche para irnos y al hacerlo me encontré con que toda la carga de botellas de cerveza y agua se había estrellado contra el coche, el cual estaba rodeado de una gran cantidad de gente dando gritos. Sin pararme para nada, entré en el coche y con cuidado para no atropellar a nadie nos fuimos de allí antes de que quisieran involucrarnos en el accidente por estar en el lugar equivocado. Mientras circulábamos, Mar me dijo que las cervezas se habían estrellado hasta por las ventanas y menos mal que estaban cerradas. Al parar pudimos comprobar que había cristales de todos los tamaños por las llantas, por las ranuras de las ventanas y por el techo del coche, se había roto una aleta y arañado una puerta pero menos mal que no le dio a ningún pasajero. Llegamos de día a Huambo y pudimos ver multitud de casas destrozadas por la guerra y que todavía no se habían rehabilitado. Nos dirigimos hacia donde nos había indicado un amigo de Dionisio al que habíamos llamado por teléfono pero no dejaban acampar y los bungalos “solo” costaban casi doscientos dólares. Por suerte tras dar algunas vueltas encontramos una hospedería mucho más barato pero con un precio carísimos para lo que ofrecían pero no había otra cosa y ya era de noche. Mientras dábamos vueltas, escuchamos a Luis por la emisora, así que le llamamos por teléfono y nos confirmó que ya estaban en la ciudad y que se iban a un hotel para que el enfermo pudiera estar con la pierna en alto. Todos los componentes del coche dormimos juntos en una habitación poniendo alguna colchoneta para compartir gastos y tras dejar los equipajes fuimos a una tienda que había muy cerca a tomar unas cervezas y nos dejaron sacar nuestra cena. Cuando ya nos íbamos a ir, se acercó una mujer y se puso a hablar con nosotros y nos invitó a una cerveza pero a continuación nos dijo que vivía al lado y que mejor tomarla en su casa a lo que accedimos encantados pero no compró seis cervezas sino una caja entera. Nos instaló en el salón y se puso a cocinar algo mientras nos contó algo de su vida. Era cirujana de urgencias y había estudiado en Portugal. La verdad es que era muy simpática. Nos sacó unas mollejas buenísimas y más cervezas pero ya no podíamos con tanta cerveza y nos caíamos de sueño por lo que quisimos despedirnos pero Guillermina, que así se llamaba la doctora, nos dijo que de su casa no salía nadie hasta que no se acabaran las cervezas. Nos tomamos otra como pudimos, a mí se me salían por las orejas porque llevaba cinco y tengo poca costumbre, notando cierto mareíllo sospechoso. A pesar de no terminar todas las cervezas nos permitió salir y nos acompañó hasta el hotel. Pasamos unas horas muy divertidas con esta doctora.