PORTUGAL DIRECTO AL CORAZON

Cuando este año decidimos recorrer el país vecino y empezamos a buscar información para elaborar las rutas, la prioridad era tocar lo menos posible el asfalto pero sin renunciar por ello a visitar los bonitos pueblos salpicados por toda la geografía portuguesa. Buscando entre los libros que podían acercarnos un poco más al país recordé que entre los que había leído estaba un “Viaje a Portugal” del premio Nóbel de Literatura José Saramago. A partir de ese momento se convirtió en nuestra guía de viaje y nuestro referente a la hora de elaborar las rutas, pues, quien mejor para guiarnos que “un viajero que viajó por su país. Que viajó por dentro de sí mismo, por la cultura que lo formó, que registró las impresiones, las voces, el murmullo infinito de un pueblo”. Leyéndolo nos invitó a viajar “según nuestro propio proyecto, dando mínimos oídos a la facilidad de los itinerarios cómodos y de rastro pisado, aceptando equivocarnos en la ruta y volver atrás, o perseverando hasta inventar salidas desacostumbradas al mundo.” Es por esto que este viaje tiene de especial que nos acompañó el mejor y más humano de los guías que podíamos haber encontrado.

Salimos de Ourense el 17 de setiembre, temprano como casi siempre, seguimos camino de Mérida donde dormimos y aprovechamos para hacer una visita a la ciudad. El 18 continuamos rumbo a Ayamonte donde antes de entrar en Portugal llenamos los dos depósitos, ya que encontramos una gasolinera en la que el precio del gasoil estaba a 1,38 centimos de €. Pusimos rumbo a la frontera y cuando nos metimos por la supuesta vía para extranjeros en la cual asociando una tarjeta de crédito a la matrícula del coche ya tienes resuelto el tema de los peajes electrónicos, eso nos habían dicho pero el aparato no funcionaba, y, el puesto de policía hispano-portuguesa (que deben de estar hasta donde yo te diga) con un cartel colgado de la puerta (cerrada por supuesto) en el que te informan de que allí “no informan” de los peajes electrónicos. Total, que continuámos hasta la estación de servicio Galp que nos íbamos a encontrar en la autovía y que allí pagamos el peaje correspondiente al tramo que cruza el Algarve desde Ayamonte hasta Bensafrim, en total, 12,24€.

Atardecer en Cabo San Vicente


Llegamos al Cabo de San Vicente donde con sus 60 metros de altura y 100 de longitud se alcanza el extremo sudoeste de Portugal y Europa, o lo que es lo mismo “el Finisterre del Sur”. Es un lugar con una mística milenaria, el lugar donde “el sol es cien veces mayor y hace hervir al mar”, debe de ser por eso que cada tarde a la hora de la puesta del sol se reunen allí un numeroso grupo de personas dispuestas a disfrutar del momento, y hoy nosotros tenemos la suerte de formar parte del mismo. Separados por media docena de kilómetros, la punta de Sagres y el Cabo de San Vicente se abren como dos dedos de una mano y marcan la separación entre dos costas completamente diferentes. Al norte, queda la costa atlántica fustigada por los vientos, mientras que al este está la costa algarvía de aguas más calientes y mar suave. Todavía hoy, buena parte de la navegación comercial entre el Mediterráneo y el Atlántico pasa a lo largo de este Cabo, lo que permite imaginar la riqueza arqueológica de estos fondos.En los reinados de D. Juan III y de D. Sebastián, se construyó aquí una fortaleza que fue destruida por el corsario inglés Francis Drake y reedificada en 1.606. Ya en el siglo XIX se instaló un faro que sigue iluminando esta parte de la costa portuguesa y que iluminó nuestra primera noche en Portugal, junto a los acantilados.


19/09/2012 – CABO DE SAN VICENTE / VILANOVA DE MILFONTES

Acantilado de Arrifana



Iniciamos nuestra primera ruta después de una noche acompañados por el rugir de mar y la luz del faro a través de pistas cómodas por la costa vicentina, disfrutando con vistas de playas prácticamente desiertas pisando arena y con poca vegetación, (parece increíble si pensamos en las abarrotadas playas de la costa mediterránea), llegamos a la playa de Arrifana que es una gran cala de arena entre acantilados rematada al sur por una alta aguja rocosa, “A pedra da agulha”. Continuamos ruta adentrándonos ya en el Parque Natural de Sudoeste Alentejano, donde en Odeceixe el río Ceixe marca la frontera entre el Algarbe y el Alentejo. En toda esta zona hasta Cabo Sardâo reinan los acantilados, rasgados aquí y allá por pequeñas playas abiertas por la desembocadura de cursos de agua, como ocurre en Zambujeira do Mar. Después de un refrigerio continuamos hasta Vila Nova de Milfontes donde desemboca el río Mira.

Bajada hacia una de las muchas calas



20/09/2012- VILANOVA DE MILFONTES / ALCACER DO SAL

A partir de hoy y durante varios días vamos a estar inmersos en el Alentejo, que se extiende “Para além do Tejo” (Más allá del Tajo), hasta las montañas del Algarve.

Tramo de playas y acantilados


Tramo con vegetación



La ruta hasta Alcacer do Sal alterna tramos de arena bordeando el mar con tramos de pista por zonas de cultivo de arroz, viveros de plantas e incluso grandes fincas de cultivo de césped para volver a la arena en una zona un poco cerrada por la vegetación que nos obliga a retroceder en algún momento para buscar salidas por las que pueda pasar el Toyota sin que se “pinte” demasiado, y que nos lleva a la gran sorpresa del día, un río de arena con acceso complicado y una salida todavía peor ya que es en curva y subiendo, como no te la esperas cuando llegas, tienes que apretar los dientes y pisar a fondo para no quedarte atrapado en la arena, como a mi me sucedió, marcha atrás y a la segunda arriba y a continuar camino.

Río de arena


Salida río de arena


Continuamos un rato y paramos a comer en un pinar con pistas de arena y disfrutando de unas 1906 bien frías, comentamos sobre la explotación de resina pues a lo largo de la ruta ya nos encontramos con unos cuantos pinares chorreando resina en algunos casos con dos o tres cortes en el tronco.

A lo largo de estos días vamos a ir comprobando que en esta región se ha conservado una forma de vida dependiente de un modo de producción en algunos casos inalterado durante siglos y que tratan de explotar todos los recursos que la tierra les ofrece, resina, corcho, ( Portugal produce al año 157.000 toneladas de corcho. Un poco más de la mitad del total generado en todo el mundo. En concreto un 52%. Por ello a esta materia prima se la conoce también como el “oro portugués”), aceite, ganadería (vacuno, ovino, porcino ibérico,) vino, carbón, diversos tipos de cultivos, explotación maderera, recolección de piñones, en fin, uno se pregunta si no tendremos que tomar ejemplo de cómo explotar nuestros montes ( sobre todo en Galicia).

Inicio de un tramo de alcornocales



Después del refrigerio continuamos ruta y de pronto nos encontramos en una pista a través de alcornocales que hizo que empezáramos a intuir la tierra de planicies onduladas que nos esperaba. Llegamos a Alcácer do Sal a media tarde, buscamos el parque de campismo y una vez acomodados el “viajero” (Saramago), nos invitó a pasear un rato por este pueblo implantado
“donde el río Sado empieza a ganar fuerzas para abrir los anchos brazos con los que irá a ceñir las tierras de aluvión al sur de línea férrea de Praias do Sado, Mourisca, Algeruz y Águas de Moura. Es aún un río de provincia, pero proclama ya su ambición atlántica. Visto aquí, no se le adivinará el ímpetu de tres leguas más allá. Es como el Tajo a la salida de Alhandra. Los ríos, son como los hombres, sólo cerca del fin acaban sabiendo para qué nacieron.”

Mañana más.

Saludos.

Jesús.